El estante
Hay un espacio dentro de nosotros que acumula y como todos los estantes unos profesan polvo, recuerdos, psicorrigidez, audacia, amor, viajes, pensares y pesares.
Hay una rutina que al perderla siento que me pierdo.
Mirarme al espejo, reconocerme, desdibujarme, mentirme un poco, llorar, lanzarme besos, devolverme sonrisas, leer, dibujar, tomar algo caliente, ponerme medias y luego quitarmelas, sentir la delicia de las cobijas el pequeño nido en el que anida mi todo.
Cuando pierdo eso, me pierdo, cuando dejo empolvar mi estante dejo de reír, dejo de brillar, el rostro se apaga ante mis ojos.
El Guayacán está florecido, mis segundos florecen y caen embelleciendo el suelo. Qué soy si no son mis pétalos, qué soy si cada uno de mis besos quedaron alineados a tu columna vertebral.
Soy yo, aquí nazco y re nazco, en el estante que son mis días, en la caída libre de mis antojos, en el bullicio de mis pensamientos, en las grietas de tus labios, en tus dolores, en mis alegrías.
Autora: Natalia Zapata Montes